Al principio no fue más que el estímulo narcótico del sonido excesivo. La orgía del estruendo, de la trepidación galopante durante muchos años. Ahora sólo quedan los oídos vacíos. El castigo de ver, cercenados de un tajo, los lazos con la gente. Un hombre de este mundo se ha quedado sordo.
Desde la antigüedad se conocían los efectos tanto psicológicos como fisiológicos que provoca una exposición prolongada a sonidos considerados ruidosos. Definamos el ruido como una emisión acústica indeseable, perturbadora, molesta... y hasta mortal. La historia de la humanidad demuestra que durante milenios el estrépito de tambores, trompetas y otros instrumentos, ha servido para promover e incitar la acción. Lo romanos disponían de legiones especiales que difundían ruido para atemorizar y confundir a los enemigos en el combate. Durante las dos guerras mundiales se realizaron estudios para descubrir sonidos capaces de provocar la muerte. En Vietnam la aviación norteamericana bombardeaba y hacía acompañar las masacres al compás de un concierto siniestro salido de altoparlantes colocados en los aviones. Animales de laboratorio han sido sometido a niveles de ruido intolerables que les han quebrado el sistema nervioso.
Desde la primera mitad del siglo XIX el entorno acústico de la civilización tuvo una transformación radical. El desarrollo industrial desmedido, sin coto, ni respeto al medio, trajo consigo el avance de la sociedad y también muchas formas de contaminación que hoy destruyen el planeta. El ruido es, de estas últimas, quizás la más antigua y fácil de generar. Como contaminante no es posible subestimarlo. En la Unión Europea el ruido ocupa el segundo lugar entre todas las formas de agresión ambiental. En Francia el primero y en Argentina el cuarto. Su efecto es acumulativo, aunque también tiene reacciones a corto plazo. No sólo la sordera o hipoacusia pueden ir a la cuenta del “invasor”; otros efectos, tanto o más peligrosos, también es posible apuntarlos en esa cuenta: hipertensión, hipotensión, fatiga psíquica y auditiva, trastornos del sueño, afecciones cardíacas, úlceras estomacales, cambios bioquímicos en el organismo... En la foto se muestran fetos de ratas. Los más pequeños provienen de una rata sometida bajo condiciones de laboratorio, a una condición anormal de ruido durante el período de gestación.
La escalada que el ruido ha hecho en nuestras vidas se evidencia incluso en la literatura. Por ejemplo, el 43% de los sonidos mencionados en las obras literarias europeas del siglo pasado eran naturales, hoy día se reducen al 20%. Según un informe de la OMS, en el año 1939 a causa de ese omnipresente contaminante, efectos tales como el trabajo sin calidad, el tiempo perdido y los materiales malgastados costaban a Estados Unidos dos millones de dólares diarios. Veintiocho años después la cifra se había incrementado a 1460 millones de dólares anuales. Esto sin contar las reclamaciones por daños y perjuicios, que sólo en la zona del aeropuerto de Los Angeles llegaron a superar, en la década de los 70, la cifra de 4000 millones de dólares. Y en la actualidad, ¿qué ley de crecimiento regirá las pérdidas económicas provocadas por la contaminación acústica?
El nivel de presión sonora puede ser medido con un instrumento llamado sonómetro. Normalmente los resultados se expresan en decibeles (dB). Cuando se quiere determinar el daño auditivo, el equipo se hace trabajar utilizando la escala de ponderación A. Es decir, dejando pasar sólo las frecuencias a las que el oído humano es más sensible y expresando los resultados en decibeles A (dBA). Sin embargo, a pesar de lo que pudiera reflejar la medición física, cada persona tiene un límite fisiológico y otro psicológico de tolerancia al ruido. Y hasta para los animales es válido lo anterior. Un hecho elocuente sucede en el aeropuerto inglés de Gloucestershire dónde se ha descubierto que la mejor manera de espantar a los pájaros de la pista es obligándolos a escuchar a Tina Turner. Quedó esclarecido que los registros de la voz de la cantante contenían frecuencias que provocaban verdaderos dolores de cabeza a las aves. Lo curioso es que los sonidos supuestamente elaborados para ahuyentar a los pájaros no les hacían más que cosquillas.
Desde 1985 a 1989, especialistas del área de Proyectos de la Construcción y del Instituto de Higiene y Epidemiología investigaron en varias zonas residenciales de Ciudad de La Habana si las edificaciones cumplían con los requisitos de iluminación, vibraciones, niveles sonoros y ventilación. Entre los resultados se determinó que el ruido era uno de los dos factores que más afectaban a la población, tanto en el hogar como en el trabajo. Los niveles sonoros, según los estudios, superaban burdamente los permitidos por los criterios higiénicos y las normas internacionales de tolerancia acústica. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), el nivel seguro para no sufrir afectaciones auditivas permanentes, no debe exceder un valor promedio de 70 dBA durante 24 horas, o de 75 dBA durante 8 horas. Las viviendas deberían garantizar un aislamiento acústico que permitiera en el interior, como mínimo, un nivel de 45 dBA.
Un tema que merece otro espacio es el relacionado con los ruidos que no pueden escucharse. Cuando las señales sonoras están formadas por frecuencias menores de 20 Hertz se les denomina infrasonidos. Si dichas señales superan los 20 000 Hertz clasifican como ultrasonidos. Puede deducirse que el rango de frecuencias audibles, para un oído normal, oscila entre los 20~20 000 Hertz.
En los años 30 un dramaturgo inglés se rompía la cabeza pensando en cómo lograr una atmósfera sin igual en el teatro. Robert Wood, el físico norteamericano considerado genio de la experimentación, propuso la idea de generar infrasonidos. La sala se convirtió en escenario tenebroso dónde la gente vivió sensaciones inexplicables de miedo e incomodidad. Estos sonidos inaudibles abundan en las ciudades donde son producidos por motores, compresores, ventiladores y en general por todas las máquinas de velocidad lenta. También las tormentas, los vientos huracanados y los terremotos son fuentes de este tipo de emisión acústica. Incluso si llegan a nosotros, aún con baja intensidad, pueden provocar indisposición y cansancio extremo, cuyo origen muy pocos sospechan.
Por su parte, los ultrasonidos tienen un amplio campo de utilización. Encuentran exitosas aplicaciones en la medicina, en el diagnóstico de instalaciones industriales y en otras muchas ramas de la ciencia y la técnica. Es interesante el hecho de que las mariposas nocturnas capten los ultrasonidos que los murciélagos emiten. Esto les permite reorientarse en el camino y conservar la vida. Basado en este mecanismo se han diseñado emisores de este tipo de sonido, capaces de ahuyentar a los insectos que destruyen las cosechas.
Un aspecto queda claro en todo este tema: y es que los sonidos son perjudiciales y útiles a la vez. Se trata de un hecho físico complejo que provoca sus efectos en función de la intensidad, las frecuencias involucradas y el tiempo de exposición. El ruido es enemigo declarado de la salud y la convivencia. La cultura, la educación, las leyes... en fin, todo lo que se haga para limitar este tan grave asunto, será en beneficio de la plenitud personal y social.
0 comentarios