UN CAÑONAZO A LAS NUEVE
Por Luis Felipe Sexto
No se asuste por el estruendo. Es el sonido de la tradición. Nació, expresada como una cotidiana y monótona reglamentación militar, con la terminación del anillo de piedra y hierro que protegía a la villa de San Cristóbal de La Habana. Cada día a las 4 y 30 de la mañana y a las 8 de la noche se anunciaba con un cañonazo la apertura y cierre de las murallas. De esa manera, diariamente, la ciudad en sus orígenes despertaba y dormía, cual fiera amaestrada, a la orden de un latigazo sonoro.
Con el tiempo el cierre de la ciudad se aplazó una hora más. El levantamiento de los puentes, la caída de las rejas y el bloqueo de las puertas eran las acciones que anunciaban el cañonazo. La villa se expandía y los muros fueron incapaces de contenerla. La Habana se desarrollaba en su geografía y en su gente. Y se comenzó la demolición de las murallas. Algunos restos aún están en pie. El cañonazo de las 9 perduró como costumbre e identidad de la ciudad.
La considerada inexpugnable y nunca asediada fortaleza de San Carlos de La Cabaña es el escenario de la ceremonia del cañonazo, ejecutada por soldados vestidos a la usanza colonial, con presencia de público. En el año 1762 los ingleses tomaron por asalto a La Habana e hicieron rendir, tras dramática resistencia, al castillo de Los Tres Reyes del Morro. En un acto de audacia, los ingleses dominaron la elevación, donde más tarde quedó enclavada La Cabaña, y con ello lograron someter la resistencia de toda la villa. Después, por tratado, Inglaterra devolvió La Habana a España y comenzó en 1763 la construcción de la estratégica fortaleza que fuera concluida 11 años después. El estampido a la hora 21 comparte su sitio en la fortaleza junto a la oficina de la Comandancia del Che Guevara al triunfo revolucionario de 1959, un museo de armas y un perímetro amurallado que permite observar una impresionante vista de la ciudad.
Ininterrumpidamente, el cañonazo cubre con su manto acústico todos los rincones de La Habana. Puede ser escuchado en el Parque Central a los 4,3 segundos; en el Hotel Nacional a los 9,7 y en la histórica esquina de 23 y 12 a los 16 segundos del estallido original.
Solo una vez fue silenciado. En 1942, el dictador general Fulgencio Batista ordenó suprimirlo “por razones de guerra y para ahorrar explosivos”. En diciembre de 1945, volvió a resonar el legendario cañonazo para permitirnos oír, a las 9, el eco de la historia.
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